Liberarse de la propia cultura cuesta muy caro. Por eso es tan importante tener una identidad propia, distinta, y una idea aproximada de nuestra fuerza, valor y madurez.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Cuadernos de Negación.

Miramos a nuestro alrededor y vemos un mundo fuera de nuestro control. Nuestra lucha diaria por sobrevivir tiene lugar sobre un inmenso telón de fondo que no para de cambiar: del desastre natural al ataque terrorista... de la nueva dieta a la última hambruna... del escándalo sexual de alguna celebridad al escándalo de corrupción política… de la guerra religiosa al milagro económico... del seductor nuevo aviso publicitario a las trilladas denuncias televisivas contra el gobierno… de sugerencias para ser un/a mejor amante a sugerencias de cómo parar la violencia de las barras bravas... de nuevos tiroteos policiales a nuevas enfermedades...

El mismo proceso funciona en todos lados: en los gobiernos democráticos y en los totalitarios;en las grandes corporaciones y en las pequeñas empresas familiares, en la comida chatarra y en la comida china; en la ópera, en la música folklórica y en el hip-hop; en todos los países y en todos los idiomas; en las prisiones, en las escuelas, en los hospitales, en los edificios de oficinas, en las zonas en guerra, en los mini mercados...

Algo está consumiendo nuestras vidas mientras proyecta imágenes de ella ante nuestros ojos.
Ese algo es producto de nuestra propia actividad: nuestra vida dedicada al trabajo, vendida hora tras hora, semana tras semana, generación tras generación. No tenemos propiedades o negocios de donde sacar dinero, así que nos vemos forzados a vender nuestro tiempo y nuestras
energías a otros. Somos la clase trabajadora moderna, el proletariado.

El trabajo no se hace por lo que produce. Lo hacemos para que nos paguen, y los jefes nos pagan para lucrar. Al final del día los jefes reinvierten el dinero que nosotros les producimos,
y hacen crecer sus negocios e inversiones. Nuestro trabajo queda almacenado en las cosas que nuestros jefes poseen y venden: capital. Ellos siempre están buscando nuevas formas para transformar nuestra actividad en mercancías, nuevos mercados para
venderlas, y gente que no tenga nada que vender, excepto tiempo y energía, gente que tenga que
trabajar para comprar mercancías. Lo único que nosotros obtenemos del trabajo es dinero para
pagar el alquiler, comida, ropa y cerveza: lo suficiente para que podamos seguir trabajando.

CUADERNO DE NEGACIÓN NÚMERO 1, otoño 2007.
cuadernosdenegacion@yahoo.com.ar

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Johann W. Goethe

“El orgullo más barato es el orgullo
nacional, que delata en quien lo siente la
ausencia de cualidades individuales de
las que pudiera enorgullecerse”.