Por el hecho de nacer, todos los seres humanos tienen el derecho natural a la vida y a las riquezas sociales. Ningún sofisma teológico o político hará creer a una persona mediananmente despierta que hay un fundamento de justicia o de derecho que aprueba la desigualdad económica y social de los hombres. Un niño, al nacer, según la clase o casta a la que pertenece, tiene ante si un porvenir brillante de posibilidades, de confort o de disfrute, o bien un porvenir de miserias, de trabajo bestial y de sufrimientos. Esto no es humano ni es justo, Y esto es lo que perpetúa el Estado historico, con sus leyes sus gendames, sus cárceles y sus ejércitos.
En una palabra querer la desaparición del Estado es queer la justicia en lugar de la inequidad, la solidaridad y el apoyo mutuo en lugar de la lucha egoísta de todos contra todos ; querer el progreso en luga del estancamiento; la paz en lugar de la guera; la razón en lugar de la fuerza; la libertad en lugar de la esclavitud.
El estado en otros tiempos pudo llegar a organizar vastas comunidades en donde el hambre no era conocida, y ningún ciudadano sufría privaciones, como en el imperio de los Incas, Se podía lograr eso porque el súbdito de aquel imperio era considerado como miembro de una gran familia, cuyo jefe, el emperador, disfrutaba de una confianza general y obraba en consecuencia.
Dudamos que la mentalidad contemporánea pueda adaptarse a las condiciones morales y espirituales de quellos pueblos. Por otra parte, incluso el paraíso de los profetas sería un lugar de tortura si para vivir en él hubiese que instaurar un régimende adaptacion forzosa; es decir, el más preciado de los anhelos sería un tormento desde el momento en que es impuesto o no consentido. Que el fascismo no se quiere, que el bolchevismo no disfruta más que de privilegiados, nos lo prueba el aparato policial y judicial excesivamente poderoso de esos dos ensayos.
Nuestra revolucion quiere transformar a cada individuo en el constructor de su propia vida. No queremos ser redentores de nadie y nuestro anhelos se cifra en romper las ligaduras que impiden al hombre ser dueño de sus acciones, de su pensamiento y de su voluntad.
diego abad de santillán, El anarquismo en América Latina.







